¿Cuál es la posibilidad de que la persona que éramos cuando éramos niños sea la misma que seremos de adultos? Quizás nuestras pasiones más profundas, como la música, por ejemplo, puedan sobrevivir a nuestras experiencias de vida. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, pasamos por una especie de transmutación al envejecer.
Si hubieras conversado conmigo cuando era adolescente, te habría dicho que iba a ser un deportista profesional de baloncesto. Adoraba ese deporte y llegué a jugar en equipos profesionales durante casi dos temporadas (hasta que me lesioné). Hoy, reconozco que era tan solo un soñador y que mi idea tenía alas de Ícaro.
Quizás lo único que podemos conservar es nuestra esencia, pero tal vez solo si tenemos la fortuna de no encontrarnos con alguien que la envenene.
Hoy por hoy, me siento feliz y siento que he logrado mucho en la vida. Pero estoy consciente de que no es porque cumplí la lista que había hecho de niño. No soy ni doctor, ni deportista profesional, ni siquiera padre. Estoy feliz porque, a pesar de los tumbos que me dio la vida, sigo siendo yo. Todavía creo en el amor y lo encontré con mi esposa; aún adoro la música, toco y canto mis canciones cuando puedo. Y, lo más importante para mí, todavía siento las ganas de dejar huellitas en la arena.
No es mucho, pero me regala sonrisas.