Es una guitarra inventada por mí. Estoy llegando a la conclusión de que no soy un artesano, no de la manera tradicional. Me gusta inventar locuras. De hecho, aborrezco hacer lo mismo que hace todo el mundo. Quizás por eso vendo diez guitarras al año y no treinta. Pero soy mi propio jefe y les tengo un amor especial. Son como mis hijitas.
Un luthier tradicional analizaría mi guitarra y tendría que correr al psicólogo para que lo ayude a superar el trauma. Estoy haciendo todo mal. No uso la escala (el largo) tradicional, uso materiales experimentales (en la última le metí un pedazo de ventana de aluminio) y a veces hago formas que parece que estoy intentando enojar a un tradicionalista a propósito.