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Rebeldía o Resignación
A veces me paro en seco, en serio. Y pienso: ¿cómo hemos normalizado esto? La violencia, el control… como si fueran el aire que respiramos o algo así. Y claro, me da por soñar con un mundo donde no haga falta sacar los puños (reales o metafóricos) en cuanto se acaban los argumentos. Es que es de locos. Te lo visten de “protección”, de “es por tu bien”, pero si te fijas bien, siempre hay un “o si no…” flotando en el ambiente. Una amenaza velada de que alguien, con más poder, te va a poner en tu sitio.
No sé, es una contradicción que me parte la cabeza. Por un lado, todos de acuerdo en que la violencia es mala, que atenta contra la libertad y todo ese rollo. Pero luego, siempre sale alguien a decir que es un “recurso desesperado”, la última opción cuando ya no hay nada que hacer. ¿Y si es así? ¿Puede ser que a veces sea una obligación? Me incomoda hasta pensarlo, porque suena a traición, a rendirse.
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Además, es que se nos ha metido hasta en la sopa. Ya no es solo el gobierno o la policía. Es esa manía de controlar que ves en las familias, en el cole, entre amigos. De tanto oír que es por el “bien común”, nos hemos tragado que nos quiten la capacidad de decir “pues yo no estoy de acuerdo”. Y esa es la violencia más jodida, porque ni siquiera parece violencia. Se disfraza de lógica, incluso de afecto.
Entonces, ¿qué hacemos? Pues rebelarnos, supongo. La contracultura, esa bocanada de aire cuando todo aprieta. El último rincón para los que no queremos ser fotocopias. Pero…, y aquí viene el gran, pero: el sistema es un monstruo que se lo come todo. Tu grito de protesta acaba siendo el estampado de una camiseta de Zara. Tu inconformismo, un hashtag que dura 24 horas. Es para echarse a llorar.
He visto mil de esas culturas “rebeldes” nacer y ser absorbidas. Son como malas hierbas, siempre vuelven a salir. Por suerte. Siempre hay gente buscando las grietas del muro. Pero a veces me pregunto si es suficiente. Si esa rebeldía no es más que una forma de soltar vapor, un desahogo que nos permite seguir aguantando el resto de la semana sin que nada cambie de verdad.
¿Ser rebelde es una meta o un punto de partida? Porque si solo es una pose, un disfraz para sentirte diferente sin mover ni una pieza del tablero, no sirve de nada. Quizás lo difícil de verdad no es quejarse, sino construir algo distinto. Proponer otras reglas del juego.
Aun así, a veces me dejo llevar y sueño con esa sociedad donde la ética no sea un libro en una estantería, sino algo que se practica en la calle. Donde el control sea cuidarse y no vigilarse. Pero me dura poco. La duda siempre vuelve: ¿de verdad podemos? ¿O esto es un bucle sin fin?
Quizá la única salida real sea no callarse nunca las preguntas. No dar por bueno lo que nos dicen que es bueno. A lo mejor, la única rebeldía que de verdad importa es esa: la de seguir dudando, la de seguir imaginando. Y esa, creo yo, es la tarea más urgente que tenemos por delante.
Dedicado a todos aquellos que, día a día, con su arte, hacen del mundo un lugar mejor.
Rebellion or Resignation
Sometimes I stop dead in my tracks. Seriously. And I think: how have we normalized this? The violence, the control… as if it were the air we breathe or something. And of course, I dream of a world where there's no need to draw fists (real or metaphorical) as soon as the arguments run out. It's crazy. They dress it up as “protection,” as “it's for your own good,” but if you look closely, there's always an “or else...” floating in the air. A veiled threat that someone, with more power, is going to put you in your place.
I don't know, it's a contradiction that blows my mind. On the one hand, everyone agrees that violence is bad, that it violates freedom and all that. But then, someone always comes along and says it's a “desperate recourse,” the last option when there's nothing else to do. What if that's true? Could it be that sometimes it's an obligation? It makes me uncomfortable even thinking about it, because it sounds like betrayal, like giving up.
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Besides, it's been ingrained in us. It's not just the government or the police anymore. It's that mania for control that you see in families, at school, among friends. From hearing so much that it's for the “common good,” we've swallowed the fact that they've taken away our ability to say “well, I don't agree.” And that's the most messed-up violence, because it doesn't even seem like violence. It's disguised as logic, even as affection.
So what do we do? Well, rebel, I suppose. The counterculture, that breath of fresh air when everything is tight. The last corner for those of us who don't want to be photocopies. But... and here comes the big but: the system is a monster that devours everything. Your cry of protest ends up being the print on a Zara T-shirt. Your nonconformity, a hashtag that lasts 24 hours. It's enough to make you cry.
I've seen thousands of these “rebel” cultures be born and be absorbed. They're like weeds; they always come back. Luckily. There are always people looking for cracks in the wall. But sometimes I wonder if it's enough. If that rebellion is nothing more than a way to let off steam, a release that allows us to endure the rest of the week without anything really changing.
Is being rebellious a goal or a starting point? Because if it's just a pose, a disguise to feel different without moving a piece on the board, it's useless. Perhaps the truly difficult thing isn't complaining, but building something different. Proposing different rules of the game.
Still, sometimes I get carried away and dream of a society where ethics isn't a book on a shelf, but something practiced on the street. Where control means taking care of oneself, not monitoring oneself. But it doesn't last long. The doubt always returns: Can we really do it? Or is this an endless loop?
Perhaps the only real way out is to never keep quiet about our questions. To never accept what we're told is good. Perhaps the only rebellion that truly matters is this: to keep doubting, to keep imagining. And that, I believe, is the most urgent task before us.
Dedicated to all those writers who contribute, day by day, to making our planet a better world.
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