Mis padres fueron de pocas palabras, las acertadas. Con la mirada lo decían todo. Si uno llegaba a pasar entre ella y otro adulto mientras hablaban, ya con la mirada una sabía que al irse la visita, el castigo esperaba.
En nuestra vida, siempre hay personas que nos marcan. Recuerdo con su publicación, a una señora de nombre Esperanza que me quiso mucho, siempre le decía tía, pero de grande me enteré de que no lo era, pero fue una amiga como hermana de mamá. Me encariñé tanto con ella, que con su partida tuve depresión por más de seis meses. Aún, leyendo su post, recordé lo bien que esa señora (tía putativa) me hizo.
Entiendo por ello la recaída de su hija por la pérdida del abuelo y estoy seguro de que ella, pese al paso de los años, aún queda abierta la herida en el su corazón. Bendiciones.