Reconozco que el carnaval no es una de las fechas que me encanta celebrar. No sé porque nunca me ha gustado, pasa que no me agradan esos juegos con agua y otros productos. Tampoco me disgusta que haya comparsas, fiestas de disfraces y música que invita a bailar por doquier. También respeto el beneplácito de quienes festejan el carnaval. Cuando se aproximan estas fechas, pienso inmediatamente en días libres, despertar más tarde por la mañana y disfrutar de tiempo en casa. No obstante, pasa que, si voy por una calle y hay comparsas, si de casualidad me detengo capaz y me pongo a verlas y hasta me divierto. Y es que, con ese ritmo contagioso de la samba y el calipso, a quien no le provoca bailar y se le alegra el corazón.

Justo en la víspera del carnaval, le contaba eso que me sucede a un compañero de trabajo, no me agrada el carnaval, ni me disgusta al grado de destetar la fecha. Sin embargo, ese viernes que en las escuelas se despedían hasta la semana siguiente con su fiesta de disfraces, había un “grito de carnaval” (significa el día oficial para iniciar su celebración) en el Centro Comercial Hipergalerías de Cumaná y me sentí entusiasmada, parece mentira, quise ir. Ese viernes, después de un arduo día de trabajo, no quise irme a casa tan temprano y entonces me fui a ese grito de carnaval.

Esa tarde estaban eligiendo a la reina de ese centro comercial, justamente en un supermercado llamado Hipermarket. Había un grupo de samba que puso a la gente a bailar en las colas de las cajas, me encontré con degustaciones y mucha alegría. La gente no cabía en el lugar, el ambiente desbordante me invitó a quedarme y hasta a tomarme unas fotitos con las bailarinas. Lo más esperado fue la elección de la reina, la gente aplaudía y no dejaron de tomarse fotos con la ganadora. Luego, después de toda esa euforia, mi amiga Wendy y yo hicimos unas compras rápidas y comimos pizza.

El lunes, recibí la invitación de una amiga para ver las comparsas, yo quería ir, parece mentira de nuevo, y es que, ambas pensamos “todo ha sido trabajar y hacer oficios en casa, vamos a salir de la rutina”. Esa tarde nos fuimos a ver las comparsas, todas bellísimas, primero disfruté de la buena música de una banda, después me divertí y me llené de risas cuando en las carrozas que deleitaban nuestras retinas las reinas nos inundaron con una exuberante lluvia de caramelos, todos nos pusimos en movimiento para agarrarlos, los queríamos todos.

Ya de noche, nos despedimos, pero la fiesta continuó sin nosotras quien sabe hasta qué hora. Así fueron mis carnavales, me divertí un mundo y sin planearlo.